Proyecto estudiantil „Parteras”. Imagen © Sofia Macarena Lyzun, Sofia Nabhen, Ceresole Melisa

DESIGN DISKURS

La protesta está muy arraigada en Argentina. Prof. Dr. Griselda Flesler, profesora de Diseño y Estudios de Género en la Universidad de Buenos Aires, explica en una entrevista con el Prof. Dr. Félix Kosok qué papel desempeña el diseño visual en los movimientos feministas del país y por qué escuchar puede ser una estrategia de transformación.

Publicado el 03.05.2025
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Felix Kosok: Querida Griselda, eres profesora de género y diseño en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Una de las pocas cátedras con esta denominación en todo el mundo. ¡Qué trabajo tan interesante debe ser! ¡Cuéntanos algo sobre él!

Griselda Flesler: Sí, es un trabajo muy desafiante. Cuando comenzamos hace nueve años, teníamos el reto de introducir un lenguaje nuevo, un marco teórico distinto, en una Facultad que había asentado sus bases en la influencia de Tomás Maldonado y el movimiento moderno. Nuestro objetivo era cuestionar ese modelo desde una perspectiva diferente, no como se hizo en los años 90 con la irrupción del diseño posmoderno y figuras como David Carson, sino desde una mirada atravesada por los estudios de género.

El objetivo de la serie de carteles „Orgullo bostero“ es problematizar la masculinidad (singular) y las masculinidades (plural) en el ámbito del fútbol. Imagen © Maria Emilia Baliño, Valentina Bondio, Francisco Gorga, Malena Montenegro y Jennifer Schwimmer

Al principio no sabíamos si iba a funcionar. No teníamos claro si se interesarían cinco estudiantes o doscientos. Y resultaron ser doscientos. Claro que esto también ocurrió en un contexto histórico particular en Argentina, donde las cuestiones feministas comenzaron a ocupar un lugar central en el debate público. Argentina tiene una larga tradición de estudios feministas en el ámbito universitario, pero más bien en carreras ligadas a las Ciencias Sociales, no en Arquitectura o Diseño.

A partir de 2015 hubo una fuerte discusión social sobre el feminismo, que logró una mayor visibilidad e impacto. Esas demandas se tradujeron en regulaciones legales, protocolos institucionales, y las universidades nacionales comenzaron a tomar posición sobre estos temas. En ese contexto fue posible abrir una materia como la nuestra, y muchos estudiantes mostraron interés. A partir de ahí, el desafío fue otro: estar a la altura de esa demanda.

Desde el comienzo, nuestro objetivo fue que esta no fuera una materia que pudiera dictarse en Ciencias Sociales. En el sentido de que tenía que ser un seminario que uniera genuinamente los estudios de género con la arquitectura y el diseño. Siempre me hacía la pregunta: “¿Esta clase la podría dar alguien que solo haya estudiado Estudios de Género? No. ¿Y alguien que solo haya estudiado Diseño? Tampoco.” Queríamos construir un proyecto verdaderamente transdisciplinario.

Tenemos estudiantes de todas las carreras de la facultad: arquitectura, diseño industrial, diseño gráfico, diseño de imagen y sonido, paisajismo, diseño de indumentaria… Ellos ya traen consigo cierta mirada interdisciplinaria. Y lo mismo ocurre con el equipo docente: hay sociólogas, historiadoras del arte, arquitectos y diseñadoras gráficas e industriales. Era fundamental generar un seminario que integrara todas esas perspectivas, con una base teórica sólida.

Los estudiantes estudian teorías queer, teorías feministas, tanto desde una perspectiva histórica como teórico-crítica. Luego, en una segunda etapa, trabajan en un proyecto en equipo que se traduce materialmente, pero lo que más valoramos es el proceso. Es decir, más que el resultado final, evaluamos cómo fueron incorporando las teorías al desarrollo y diseño del proyecto. Intentamos que los criterios de evaluación no sean los tradicionales del diseño, sino que nos enfocamos en cómo integraron esos conceptos en su práctica.

Prof. Dr. Griselda Flesler y el Prof. Dr. Felix Kosok. Imagen © Felix Kosok

Felix Kosok: ¿Podrías contarnos algunos ejemplos de proyectos recientes que surgieron en tus seminarios?

Griselda Flesler: Sí, claro. De hecho, muchos de los proyectos que desarrollan les estudiantes pueden verse en nuestra página web de la materia. Hay muchísimos ejemplos ahí.: https://dyegblog.wordpress.com/.

Pero también puedo contarte algunos ejemplos concretos. En general, partimos de marcos legales o contextos sociales relevantes en Argentina. Por ejemplo, trabajamos con la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), que abarca desde el nivel inicial hasta la universidad. A partir de esa ley, estudiantes han desarrollado proyectos que repiensan el espacio de las aulas escolares: cómo los muebles, la disposición espacial y el diseño mismo pueden o no favorecer una educación inclusiva, donde se fomente el diálogo, el intercambio, y se cuestionen las jerarquías tradicionales.

Otro tipo de proyectos surgen a partir de la propia experiencia universitaria de les estudiantes. Hacen investigaciones sobre el campus de la Universidad de Buenos Aires, analizan los espacios comunes y reflexionan sobre cómo esos lugares reflejan o refuerzan ciertas normas. Por ejemplo, cuando se rediseñó el baño no binario en la facultad, estudiantes del seminario participaron en el diseño de la señalética, tras un proceso de reflexión sobre identidad, lenguaje, y crítica al modelo binario.

Estos proyectos no solo abordan cuestiones de género, sino también políticas públicas, derechos, e incluso temas que suelen estar ausentes en la formación tradicional en diseño y arquitectura. Lo más valioso es que estas reflexiones no se quedan solo en el seminario. Les estudiantes las llevan a sus talleres, a otros espacios de formación, y también a su vida profesional. Como son estudiantes de los últimos años, muches ya están trabajando, y recibimos mucho feedback sobre cómo estas herramientas les están ayudando a pensar de forma crítica y transformar su práctica profesional.

 

Con „Ciclo“, los estudiantes de la FADU-UBA han visualizado productos de higiene menstrual adaptables a todos los cuerpos. Imagen © Leila Alegre, Camila Cortiñas, Guillermo Matsumoto y Georgina Tapia.

Felix Kosok: Argentina tiene una larga tradición de protestas feministas. Las Abuelas de la Plaza de Mayo, por ejemplo, protestan en en el espacio público por la devolución de sus nietos cuyas madres han sido secuestradas durante la última dictadura cívico-militar. Y recientemente Ni Una Menos ha llamado la atención internacional, protestando contra los feminicidios y la violencia de género. ¿Por qué las mujeres siempre tienen que luchar por sus derechos? Y hablando desde una perspectiva de diseño, ¿qué tiene de especial el diseño de estas protestas?

Griselda Flesler: Bueno, para responder a la primera parte de la pregunta: en Argentina existe una fuerte tradición de protesta popular, con raíces profundas en la historia del país. Desde finales del siglo XIX y principios del XX, hubo una gran ola de inmigración, especialmente de anarquistas españoles e italianos, que llegaron a trabajar en fábricas y fundaron sindicatos. Así se forjó un movimiento obrero muy politizado. Dentro de ese contexto, también hubo mujeres obreras organizadas que lucharon por sus derechos, incluso enfrentándose a sus propios compañeros varones dentro del movimiento sindical. Al mismo tiempo, mujeres de clases altas e intelectuales se interesaron por los feminismos internacionales, como el sufragismo inglés, lo que también dejó una marca importante.

Con los años, esta tradición de lucha se trasladó a otros espacios, como las universidades públicas, donde los centros de estudiantes están muy politizados. Todo esto contribuye a una cultura de protesta profundamente arraigada en la sociedad argentina.

„Conchito“ es una herramienta lúdica que permite a los niños experimentar otros tipos de fisicalidad. Imagen © Carlos Cancela, Beax Dreger, Carolina Lorenzutti y Rocío Quinteros

En cuanto a por qué las mujeres tienen que luchar por sus derechos, la respuesta es simple: como cualquier otro sujeto político que históricamente ha sido marginado, deben hacerlo para conquistar sus derechos. Las mujeres argentinas han acompañado, y muchas veces liderado, luchas clave: el derecho al voto, a la educación, al trabajo digno y remunerado, al aborto, al divorcio... La lista es larga. En ese sentido, casos como el de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo son emblemáticos. Han instalado en el imaginario colectivo la figura de la mujer que ocupa el espacio público para reclamar justicia. Gracias a ellas, para las nuevas generaciones no es extraño salir a la calle a protestar, incluso si no están políticamente organizadas. Hay una especie de saludable  "naturalización" de la lucha como respuesta ante la injusticia.

Y desde una perspectiva de diseño, lo que resulta especial de estas protestas es su dimensión visual, su potencia gráfica. Por ejemplo, uno de los sindicatos más combativos en la historia argentina fue el de los gráficos, compuesto en gran parte por tipógrafos anarquistas que trabajaban en imprentas. Algo de esa herencia se nota todavía hoy en la fuerza visual de las manifestaciones. Por supuesto no es la única explicación de este fenómeno.

Un caso paradigmático es el denominado “Siluetazo”, una acción gráfica colectiva realizada durante la dictadura militar en la que se pintaron siluetas de personas desaparecidas en los muros de la ciudad. Fue un gesto simple pero muy poderoso visual y emocionalmente. Y todavía hoy, en las marchas del 24 de marzo por la Memoria, Verdad y Justicia vemos cómo la gráfica ocupa un lugar central: hay intervenciones en vivo, como serigrafías sobre remeras blancas, afiches, banderas... Se combinan producciones auto-gestionadas con otras más organizadas y profesionales.

En este contexto, el diseño aparece como una herramienta de participación emocional y política. Vivimos una época en la que la política está profundamente atravesada por emociones intensas —odio, miedo, esperanza— y el diseño tiene la capacidad de canalizar todo eso visualmente. Por eso, creo que los y las diseñadoras necesitamos una formación política sólida: para estar a la altura de este presente y comprender cómo intervenir con sentido y responsabilidad.

Símbolos con perspectiva de género, centrados en la diversidad de fisicalidades y en la identidad como construcción inacabada. Imagen © Analía Ivachuta, Nurit Simbler, Leandro Guido y Valeria Bisutti

Felix Kosok: En el texto del reciente número de Designabilities que escribiste junto con Valeria Durán y Celeste Moretti, hablas de la tergiversación de los cuerpos no binarios, intersexuales y transgénero en el sistema judicial argentino en diagramas corporales que muestran las heridas que ha sufrido una víctima. Recuerdo otro ejemplo, que es el escáner del control de seguridad del aeropuerto, donde la persona que maneja este escáner tiene que decidir si la persona que va a escanear es hombre o mujer pulsando un botón rosa o azul. ¿Por qué seguimos atascados en estas representaciones binarias? ¿No hay alternativa?

Griselda Flesler: Sí, en ese artículo que escribimos con Valeria Durán y Celeste Moretti para Designabilities, hablamos precisamente de cómo los cuerpos no binarios, intersex y transgénero siguen siendo poco legibles para el sistema judicial argentino. Un ejemplo muy concreto de esto son los diagramas corporales utilizados para registrar heridas de víctimas en casos de muertes violentas, donde el cuerpo que se representa es siempre uno masculino o femenino, sin espacio para otras corporalidades posibles. Estos diagramas son utilizados no solo en Argentina, ya que provienen de manuales internacionales de medicina forense. Es un sistema que invisibiliza por omisión.

Tu ejemplo del escáner de seguridad en los aeropuertos es perfecto para ilustrar cómo este pensamiento binario opera también en lo cotidiano: la persona que maneja la máquina debe presionar un botón rosa o azul, "varón" o "mujer", para activar el escaneo. Es una elección forzada que revela cómo incluso los dispositivos tecnológicos están diseñados bajo una lógica binaria. No hay opción para quienes no encajan en esas dos categorías.

El gran problema es que seguimos pensando el mundo desde un marco binario muy arraigado. No solo en lo sexogenérico, sino en casi todos los aspectos de la cultura occidental: bueno/malo, blanco/negro, hombre/mujer, cuerpo/mente, público/privado. Es un sistema de pensamiento basado en oposiciones, en pares cerrados, y eso condiciona incluso cómo diseñamos.

Desde el diseño, el verdadero desafío no es simplemente agregar una tercera opción o un nuevo color entre rosa y celeste. Eso sería seguir pensando dentro de la misma lógica de clasificación. La pregunta más profunda es: ¿desde qué categorías estamos diseñando? ¿A quién consideramos como sujeto legible dentro del diseño?

Porque el diseño también categoriza, y no solo en términos de género: también lo hace por clase social, por raza, por capacidad física, por edad... Todo diseño que no reflexiona sobre sus categorías reproduce, aunque no lo quiera, las exclusiones del sistema.

Desde nuestro rol como docentes de diseño, sentimos una enorme responsabilidad. Enseñar diseño es también enseñar a cuestionar. A repensar las formas en que concebimos el mundo. Y eso incluye desarmar la idea de que hay que clasificar a todas las personas bajo criterios fijos. No se trata de borrar las diferencias ni de asumir que todos somos iguales. Se trata de reconocer la complejidad, y de que el diseño puede –y debe– abrir espacio para formas de existencia que no encajen en moldes preestablecidos. Eso implica aceptar el conflicto, la discusión, el disenso, como parte necesaria del proceso democrático y creativo.

El proyecto „Nueva unidad“ aborda el problema de la hegemonía de las tallas a través de los actuales sistemas de medición. Imagen © Guadalupe Arias, Fermin Cossalter, Lucia Lavaselli, Carla Pascualini, Antonia Jimena Riera Schnell.

Felix Kosok: En el diseño con perspectiva de género, también se producen fricciones – como suele decirse en los refranes, donde hay movimiento, hay fricción.

Griselda Flesler: Exacto: fricción. Esa es la palabra clave. Y lo importante es aprender a abrazar esas fricciones, a entender que somos parte de ellas, que es precisamente desde ahí, desde el conflicto, desde la tensión, donde se puede construir algo verdaderamente transformador. No se puede diseñar desde una supuesta paz universal o desde una idea abstracta de igualdad, porque eso —en la práctica— no existe.

Me preocupa cuando ciertos discursos pretenden resolver los problemas sociales apelando a nociones como “igualdad” o “armonía”, como si fueran metas alcanzables sin conflicto. Sabemos que no es así. La verdadera pregunta no es cómo evitamos las fricciones, sino: ¿cómo las habitamos? ¿Cómo diseñamos con ellas?

Y es ahí donde el diseño tiene muchísimo para aportar. Porque el lenguaje verbal muchas veces es rígido, está atrapado en estructuras binarias. Pero el lenguaje visual —las imágenes, las gráficas, las materialidades— tiene la capacidad de moverse en un territorio más ambiguo, más abierto, menos codificado. Un territorio que permite expresar complejidades, ambivalencias y contradicciones que el lenguaje hablado muchas veces no puede nombrar.

En ese sentido, el diseño no solo puede acompañar las fricciones: puede hacerlas visibles, sensibles, pensables. Puede ser una herramienta para no escapar del conflicto, sino para transformarlo en posibilidad.

El juego „Vínculos“ nos invita a repensar la „familia tipo“ . Imagen © Mateo Giordano, Victoria Camila Losardo, Brenda Giselle Valdez Rivero y Malena Vega.

Felix Kosok: Sí, y ahí también entra en juego la materialidad. No solo como concepto abstracto, sino como aquello que se puede hacer, construir, tocar. La fricción también se manifiesta en los materiales, en las decisiones concretas de diseño: qué formas, qué texturas, qué soportes elegimos. La materialidad tiene agencia, dialoga con esas tensiones, y puede incluso amplificarlas o traducirlas de maneras que el lenguaje no logra.

Griselda Flesler: Exacto. Yo creo que ahí se abre un terreno muy fértil para pensar lo no binario no solo como una cuestión identitaria o de género, sino como algo profundamente estructural. Algo que atraviesa todas las capas de la sociedad y que cuestiona los fundamentos mismos del pensamiento moderno: esa necesidad de clasificar, ordenar, separar en pares opuestos.

La materialidad, en ese sentido, también puede ser una vía para romper con esas lógicas. Porque cuando diseñamos desde lo no binario, no estamos solo creando objetos o imágenes: estamos desarmando estructuras cognitivas, desafiando formas de pensar. Y eso es profundamente político.

Felix Kosok: Y, por último, con todo lo que está sucediendo en el mundo, este retroceso democrático y el auge de la derecha populista, ¿qué crees que podemos hacer nosotros, como diseñadores e investigadores, para apoyar a los que se verán más afectados por la política de derechas?

Griselda Flesler: Creo que, frente al contexto actual de retrocesos democráticos y el avance de la derecha populista, lo más importante es pasar de las palabras a las acciones concretas. No basta con hablar: hay que hacer. Intervenir desde el diseño y la investigación en lo material, en los espacios, en la vida cotidiana. Espacios que sean verdaderamente inclusivos, que den visibilidad a quienes históricamente han sido excluidos. La ciudad, las instituciones, las escuelas y universidades deben produciresa apertura, no solo en el discurso, sino también en su configuración material.

Desde nuestro equipo y junto al Observatorio de género en la Justicia, cuyo equipo está integrado por especialistas que pertenecen a la comunidad travesti, por ejemplo, desarrollamos un proyecto de investigación orientado a aportar herramientas al sistema judicial para visibilizar identidades que suelen quedar fuera del radar institucional: personas travestis, trans, no binarias, intersex. Trabajamos de manera integral, escuchando sus experiencias, sobre todo en contextos de violencia o discriminación, para entender cuáles son sus necesidades reales hoy.

También creo que es fundamental desarrollar una actitud receptiva. El clima político puede cambiar muy rápido, pero los prejuicios, las violencias simbólicas y estructurales están instalados desde hace mucho tiempo. A veces no los vemos o no los queremos ver. Cuando diseñamos el baño no binario en la universidad, por ejemplo, recibimos una cantidad enorme de mensajes anónimos con discursos de odio en redes sociales. Y en ese momento, no quisimos focalizar en esas voces, quizás porque sonaban bajo. Pero estaban ahí. Y hoy esas mismas voces son las que votan a organizaciones políticas de derecha o antiderechos. No son nuevas. Solo que ahora tienen más volumen.

Como diseñadores e investigadores, creo que nuestra tarea es cultivar la escucha más que el discurso. Escuchar lo que incomoda, lo que no encaja, lo que se dice por lo bajo. Porque ahí es donde se cuecen muchas de las tensiones que después estallan en lo político y en lo público. Escuchar es, quizás, nuestra herramienta más poderosa para actuar con responsabilidad en tiempos tan complejos como los que estamos viviendo. En tiempos como estos, más que hablar, necesitamos aprender a escuchar.

Prof. Dr. Griselda Flesler

es diseñadora gráfica, Master en Teoría del Diseño y Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Es investigadora principal y profesora de Diseño y Estudios de Género en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, directora del programa HAGA-Historia, Afectos, Género y Archivos (IAA-FADU-UBA) y co-coordinadora de la Red Latinoamericana de Diseño y Género (ReLADyG).

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